Unos cuantos relatos que nos pueden inspirar en el trabajo
Cabo cañaveral
En los comienzos de la
carrera espacial, J. Kennedy hizo una visita a la NASA en Cabo Cañaveral. Le
presentaron a muchos científicos e investigadores. Le presentaron a las hombres
cuya máxima ambición era conquistar el espacio. Le presentaron a
administradores y a muchas otras personas cuya contribución al proyecto fue
inmensa. Hombres y mujeres que sentían con orgullo que cumplían una meta y un
destino.
Mientras se dirigía a
su limusina, se tropezó con un negro encorvado y de cabellos grises, con un
cubo en una mano y una fregona en la otra. Parecía una pregunta superflua, pero
el presidente le preguntó cortésmente: “¿y que hace usted aquí en el Cabo?
Enderezando la espalda,
el empleado de la limpieza miró fijamente al presidente y con una voz que
denotaba un fuerte sentido del orgullo y de la dignidad, contestó: “señor,
estoy haciendo lo mismo que todo el mundo: trabajar para llevar al hombre a la
luna. Eso es exactamente lo que estoy haciendo aquí.
Construir una catedral
Un buen día un hombre caminaba por un pequeño pueblo. Al salir del mismo se
encontró con una cantera y con tres cuadrillas de operarios que trabajaban en
ella. Cada cuadrilla tenía un capataz diferente a su cargo. Se detuvo a
observar aquel trabajo. No tardó en darse cuenta que aunque todos hacían el
mismo trabajo, cada cuadrilla lo hacía en forma diferente.
Se acerco a la primera cuadrilla, y vio que uno de sus operarios estaba
visiblemente enojado. Su cara dura reflejaba lo poco que le gustaba aquel
trabajo. Picaba la piedra con desgana y la ponía sobre la carretilla casi con
violencia, maldiciendo su suerte.
Un poco más allá, estaba una segunda cuadrilla. Se acercó a ella y vio que
uno de sus operarios tenía cara de aburrido. Trabajaba sin enfado, pero también
sin ánimo. Se le veía mucha desgana. Continuamente miraba el reloj y bostezaba.
Por último, se acercó a la tercera cuadrilla, vio un operativo que ponía
una nota optimista al grupo. Se le notaba muy contento. Silbaba una melodía con
mucho ánimo. Cogía la piedra con cuidado. Y avanzaba sin pausa en su trabajo.
Intrigado aquel hombre por la manera en que cada operario hacia el trabajo,
optó por ir a entrevistar a cada uno. Se acercó al primero y le preguntó:
dígame amigo. ¿Qué hace usted en la cantera? El operario se incorporó y
enfadado le respondió” ¿No se da cuenta? Estoy aquí picando estas malditas
piedras”. Camino un poco y se detuvo frente al segundo operario y le hizo la
misma pregunta; este le respondió desganado: “Aquí estoy ganándome unos cuantos
euros para mantener a mi familia”.
Entonces lleno de curiosidad se dirigió al tercer operario y le pregunto:
dígame, amigo ¿que hace usted en la cantera? El tercer operario se irguió y con
un aire ufano y con orgullo le respondió:” ¡ah señor, estoy ayudando a
construir una catedral!
Instantes
Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más
errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que
he sido, de hecho muy cosas tomaría con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría en más ríos.
Iría a más lugares donde nunca he ido, comería más helados, y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una persona que viví sensata y prolíficamente cada minuto de su
vida, claro que tuve momentos de alegría, pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos, no te
pierdas el ahora.
Yo era un de esas personas que nunca iban a ninguna parte sin un
termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas, si pudiera
volver a vivir, viajaría más liviano.
Se pudiera volver a vivir, comenzaría a andar descalzo a principios de la
primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con
más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y se que me estoy muriendo. ( Nadine Star)
La escucha
Al atardecer, se sentaron ambos en un tronco, junto a la orilla del río y
Siddharta contó al barquero su origen y su vida. El relato duró hasta altas
horas de la noche.
Vasudeva escuchó con suma atención. Escuchó todo, el origen, la niñez, todo
el aprendizaje, la búsqueda, la alegría y la miseria. Entre las muchas virtudes
del barquero, destacaba la de saber escuchar como pocas personas. Siddharta
notó que Vasudeva, sin articular palabra, asimilaba todas sus explicaciones,
con tranquilidad e interés, sin perder una sola palabra, sin impaciencia, sin críticas
ni elogios: únicamente escuchaba.
Siddharta sintió la felicidad de contar con tal oyente, que se compenetraba
con su propia vida, su propia búsqueda, su propio sufrimiento:
“Te doy las gracias por haberme escuchado tan bien. Pocas personas saben
escuchar y jamás había encontrado a alguien que lo hiciera como tú”.
Siddharta se quedó con el barquero y aprendió a manejar la barca. El río le
enseñaba continuamente. Ante todo le enseñó a escuchar, a atender con el
corazón quieto, con el alma serena, y abierta, sin apasionamiento, sin deseo,
sin juicio, sin opiniones
(Hermann
Hesse)
No hay comentarios:
Publicar un comentario